LXXX

El mundo está lleno de maestros medio-iluminados.
Demasiado listos, demasiado 'sensitivos' para vivir en el mundo real, se hacen rodear con placeres egoístas y brinden sus grandiosas enseñanzas a los incautelos.
Anunciándose prematuramente, empeñados en alcanzar algún clímax espiritual, constantemente sacrifican la verdad y se desvían del Tao.
Lo que en verdad ofrecen al mundo es su propia confusión.

La verdadera maestra entiende que la iluminación no es el fin sino el medio.
Conciente de que la virtud es su meta, ella acepta la larga y a menudo ardua cultivación requerida para alcanzarla.
Ella no intriga para hacerse líder mas, calladamente, cumple con las responsabilidades que le toca.

Desatada de sus logros, tomándose crédito por nada, guía todo el mundo por medio del guíar a los individuos que vienen a ella.
Comparte su energía divina con sus estudiantes, alentándolos, creando pruebas para fortalecerlos, regañándolos para despertarlos, dirigiendo los arroyos de sus vidas hacia el océano infinito del Tao.

Si aspiras alcanzar esta clase de maestría, cimiéntate en el Tao.
Rinde tus hábitos y actitudes negativos.
Fortalece tu sinceridad.
Vive en el mundo real y extiéndale tu virtud sin descriminación durante la ronda diurna.
Sé el padre o la madre más veraz, el hermano o la hermana más veraz, el amigo más veraz y el discípulo más veraz.
Humildemente respeta y sirve a tu maestro y dedica tu ser entero, sin desviar, al cultivo propio.
Entonces seguramente alcanzarás la maestría propia y serás capaz de asistir a otros a hacer lo mismo.