XXXIX

En armonía con el Tao,
el cielo es claro y espacioso,
la tierrra es sólida y plena,
todas las creaturas florecen juntas,
contentas con su modo de ser,
repitiéndose, sin cesar,
sin cesar, renovados.

Cuando el hombre interfiere con el Tao,
el cielo se torna sucio,
la tierra se agota,
el equilibrio se deshace,
las creaturas se extinguen.

El Maestro ve las partes con compasión,
porque entiende el entero.
Su práctica constante es la humildad.
El no resplandece como una joya,
pero se deja ser formado por el Tao,
tan brusco y tan común como una roca.