LIX

Para gobernar bien a un país no hay nada mejor que la moderación.

La marca de un hombre moderado
es que está libre de sus propias ideas.
Tolerante como el cielo
omnipresente como la lumbre del sol,
firme como una montaña,
doblegante como un árbol en el viento,
no tiene destino en mente
y hace uso de cualquier cosa
que la vida le trae.

Nada le es imposible.
Puesto que se ha desatado,
puede encargarse del bienestar del pueblo,
tal como una madre que cuida a su niño.