XXXVII
El Tao nunca hace nada,
no obstante, por medio de él, todas las cosas son hechas.
Si hombres y mujeres poderosos
pudiesen centrarse en él,
el mundo entero sería transformado
por sí sólo, en sus ritmos naturales.
Las personas estarían contentas
con sus vidas simples, diarias,
en armonía y libres de deseo.
Cuando no hay deseo,
todas las cosas están en paz.
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